martes, 11 de septiembre de 2018

Tokyo from the rooftop.

Iba cruzando el portal del bar cuando sentí que alguien se me arrojaba desde atrás abrazándome mientras reía cómo si realmente estuviese sintiendo diversión. No podía ser nadie más que Lizzie. No les mentiré, aquella sensación casi me deja sin aliento por el torrente de emociones que fluyeron. Era cómo si mi alma hubiese recuperado una vieja conexión perdida, cómo si mi inconsciente hubiese encontrado las respuestas a sus preguntas... Tan pronto dejó de abrazarme se paseó en círculos a mi alrededor cómo niña pequeña emocionada. Había una chispa en ella, esa energía no era una energía nacida de solo ese momento. Ella vino a Tokyo buscando algo e indudablemente lo había encontrado.

-"¿Te vas tan pronto?". Preguntó en tono juguetón mientras levantaba una de sus cejas y me veía directamente a los ojos.

-"Tengo cosas que hacer". Repliqué.

-"Es mentira, lo sabes y lo sé yo también. Y sé perfectamente que tu mente no te va a dejar irte tranquilo hasta que no descubras quién soy". ¿Qué les puedo decir? Aquella mujer sabía cosas de mí que ni mis mejores amigos sabían.

Procedió a colocar su equipaje frente a mí y me dijo en tono de reproche y a la vez de reto:

-"Un caballero cómo tú nunca dejaría que una dama suba su equipaje sola hasta el último piso de un edificio ¿o sí?".

-"¿Qué es lo peor que puede pasar?". Pensé para mis adentros mientras me encogía de hombros y tomaba por las asas aquellas dos maletas Louis Vuitton.

-"Sabía que lo harías. Vamos que arriba te hago un trago". Dijo mientras mostraba en sus manos una botella de Black Label que había sacado de su cartera y que presumo se trajo del bar. Aquella chica no dejaba de sorprenderme.

Mientras subíamos el ascensor ambos permanecimos callados, yo estaba perdido en mis pensamientos tratando de poner todo en su lugar cómo si estuviese jugando al rompe cabezas. Y es que técnicamente me encontraba rompiéndome la cabeza. Ella aparentemente sabía mucho de mí pero ¿qué sabía yo de ella? En primer lugar, me conocía indudablemente. Venía de Austria, varios años allá dado aquel acento tan arraigado y la pequeña dificultad para hablar inglés nuevamente. La elección del nombre porque si se trataba de alguien de mi pasado, Elizabeth no era su nombre real así cómo el mío tampoco es Jasper. Le gusta el vodka. La elección del perfume.Y hasta sus labios tintados con aquel rojo intenso. No podía ser casualidad.

Inmediatamente la puerta del ascensor abrió me encontré en aquella sala gigantezca con ventanales en todos lados desde donde podías ver Tokyo en todo su esplendor. Una sala llena de lujos. Ella mostrando claramente su emoción al ver aquel lugar no hizo más que extender los brazos y girar sobre sí misma dándome una vista preciosa. Aquella belleza con piel de porcelana, cabello plateado, y de fondo Tokyo iluminada vista desde arriba. Parecía escena de película. Me miró de frente y me sonrió.


-"Casi lo olvido". Dijo entre risas mientras cogía la botella de Johnnie Walker y se dirigía hasta el pequeño bar que se encontraba en aquella estancia. Sirvió un trago para mí y otro para ella. Se despojó de su rain coat y luego se dirigió hasta el ostentoso equipo de sonido para colocar su celular y qué elección de música había hecho. Era premeditada también. Era una mezcla entre Lounge, EDM y City Pop, canciones lentas y que daban exactamente la vibra que iba acorde con el lugar y la noche en general.

Me invitó a tomar asiento en aquel sofá negro gigantezco. Me senté justo en uno de los extremos a lo que ella se sentó justo en el posa brazos dejándose caer en mi regazo. Tuve que sujetarla por la espalda con mi brazo izquierdo, fue instintivo. Casi derramo el trago sobre el lugar. Ella realmente disfrutaba el momento. Me miró fijamente mientras se mordía los labios con una sonrisa pícara dibujada en su rostro mientras yo por mi parte no hacía más que mostrar expresiones faciales de incertidumbre. Las preguntas aún rondaban mi mente. Aunque no duró mucho puesto que sin notarlo ella me besó mientras posaba su mano sobre mi mejilla derecha. Era un beso apasionado, cálido, lleno de una tensión claramente perceptible en la estancia, cómo una nube de humo. Yo no pude hacer más que dejarme llevar por el momento y le correspondí el beso. En el fondo entendí lo que ella pudo notar desde el principio... La deseaba.

Ella seguía en mi regazo. Tuve que colocar el trago en la encimera contínua al sofá para dejar una de mis manos libre mientras que la otra se encargaba de sostenerla por la espalda, y cerca de mí para no dejarla ir jamás. No dudé ni un solo segundo y comencé a deslizar mis manos por uno de sus muslos tocando con mi palma la parte superior y arrastrando suavemente la yema de mis dedos por la cara interna de estos. Un movimiento lento disfrutando cada uno de sus leves respingos a la vez que su respiración se agitaba y su corazón se aceleraba. El éxtasis era tal que ella debía detener nuestro beso de vez en cuando para agarrar aire y dejar salir algunos gemidos apagados. Trataba de contenerse pero yo sabía que no iba a poder hacerlo por mucho. Le acariciaba de arriba a abajo, siempre deteniéndome en un punto cercano a su entrepierna. Cosa que la enloquecía, sabía que lo deseaba pero era hora de que fuese yo quién tuviese el control de las cosas.

Con mi brazo izquierdo rodeé su cintura a la par que con el derecho abracé sus piernas para alzarla y la arrojé sobre aquel sofá. Ella rió pero era una risa cómplice, una risa seductora, que denotaba cuanto amaba tenerme de aquella manera y no les mentiré... Yo amaba tenerla igualmente. Mientras me despojaba del reloj ella abrió sus piernas invitándome a unírmele y dejándome ver aquellas panties de encaje negro tan preciosamente tejidas. Me arrojé sobre ella y comencé a besarla mientras ella me rodeaba con sus piernas, aprisionándome fuerte. Siempre amé que hiciesen aquello, por alguna razón movía en mí deseos que no podía entender, solo sentir y esa era la clave. No había nada que pensar, solo sentir.

Con mi mano derecha recorría la cara externa de su muslo subiendo hasta su trasero el cuál apretaba firmemente, mientras que con la izquierda la tomaba de la nuca mientras la besaba. Las suyas sólo se limitaban a rasguñar la parte trasera de mi cuello y deslizarse bajo mi camisa para sentir mi espalda desnuda. El tiempo se desvanecía, los pensamientos dejaban de fluir, el lugar parecía distante. Sólo quedábamos nosotros dos, cómo dos amantes en el infinito. Ella dejó de besarme y me dio un pequeño empujón para poder desabotonar mi camisa y casi que arrancarla de mi cuerpo, se incorporó para poder besar mi pecho, mis hombros y mi cuello. Yo no iba a dejar que jugara conmigo de nuevo. La tomé del cabello y tiré de él a la vez que sostuve su cara y le hice un gesto negatorio con la cabeza mientras ella me miraba directamente a los ojos. La arrojé nuevamente al sofá y me arrodillé frente a ella para besar la cara interna de sus muslos. Los besaba de manera lenta, pausada, y subía poco a poco desde sus rodillas hasta su entrepierna pero sin llegar a ésta. Adoraba verla quemarse en deseo, apretar los puños y morderse los labios.

Empecé a deslizar mi lengua muy cerca de su vagina hasta que decidí que ya la había hecho desearlo lo suficiente y comencé a besarle y lamerle por encima de sus panties sintiendo cómo lentamente se iban humedeciendo y el calor iba aumentando. Me divertía escucharla gemir de manera ahogada, aún a éste punto intentaba esconderlos, curioso...

Sus manos me tomaron del cabello a la par que escuché salir de sus labios un "cómeme cómo sólo tú sabes hacerlo" con aquella voz tan dulce y ahora quebrada por el placer. Su cuerpo temblaba. Hice a un lado sus panties con una de mis manos y comencé a lamerle de arriba a abajo lentamente apreciando sus reacciones para saber si podía aumentar el ritmo. Usaba mis labios para besarle de vez en cuando, hacía círculos al rededor de su clítoris mientras ella sólo gemía pero ésta vez sin ahogarlos. Se había entregado al placer y al deseo finalmente. Su aroma dulce me embriagaba al igual que su sabor tan ligero. Sus piernas temblaban mientras me rodeaban el cuello tratando de aprisionarme... Justo cuando sentí que estaba por llegar a su orgasmo me detuve en seco, sonriendo de manera juguetona.

-"No, aún no vas a tenerlo. Primero te quiero rogando". Le dije mientras me incorporaba.

Ella aún se encontraba en el sofá, temblando, tratando de volver en sí misma. Tomé sus panties por los costados y las deslicé hasta quitárselas. La tomé del cabello y la obligué a levantarse. Le di media vuelta y quedé justo a sus espaldas. Levanté su vestido hasta quitárselo, ella alzó los brazos para facilitarme el trabajo. Deshice su peinado y dejé libre aquel cabello plateado tan hermoso. Su aroma a flores me cogió por sorpresa. Ahí la tenía, totalmente desnuda frente a mí. Una belleza delirante parecida salida de un libro.

Deslicé una de mis piernas entre las de ella para crear espacio, la tomé del cuello fuerte y llevé mi mano libre directo hasta su vagina. Se encontraba totalmente húmeda y tan pronto la toqué dejó salir un gemido delicioso mientras sentí su cuerpo aumentar su temperatura nuevamente. Sus pezones se endurecieron pasando a ser de un color rosado más vivo. Sus pechos me volvían loco, tan tersos, preciosos, blanquecinos adornados con aquellos pequeños pezoncitos de color rosa... Le besé el cuello y el hombro mientras con dos de mis dedos comencé a acariciarle en aquella zona entre sus piernas que se encontraba llena de placer. Aprisioné su clítoris entre dos de mis dedos mientras hacía movimientos circulares tocando vigorosamente sus labios con la yema de mis dedos y cuando sentí aquel rush de placer descender por su cuerpo la penetré con mis dedos, la apreté más fuerte en el cuello ahogando su gemido y le mordí el hombro suavemente. Aquellas oleadas de éxtasis eran deliciosas, sentirla vibrando en mis manos, en mi piel, sentir sus piernas temblar a tal punto que tuve que sostenerla fuerte para que no cayese al piso. Hacía tanto tiempo que no sentía aquello con alguien, lo extrañaba. La bajé lentamente al suelo dejándola arrodillada frente a mí y sobre aquella alfombra.

-"Aún sigues teniendo el toque. No sé cómo lo haces". Dijo mientras intentaba recuperar el aliento.

-"Me neither. Sólo me dejo llevar por lo que me dice tu cuerpo". Respondí mientras me llevaba los dedos a la boca para poder saborearla mejor. Pareció gustarle porque me guiñó el ojo tan pronto los succioné.

Ella me desabrochó el cinturón y lo haló hasta desengarzarlo del pantalón, desabrochó el botón de aquellos jeans negros, deslizó el cierre y comenzó a besar mi miembro por encima del bóxer mientras sus manos se paseaban por todo mi torso desnudo. Luego de un leve tirón bajó mis bóxers dejando mi pene fuera el cuál comenzó a besar y lamer lentamente yendo desde la base hasta la punta donde se detenía por algunos segundos haciendo movimientos circulares con su lengua y succionaba a la par que dirigía sus ojos hacia arriba para cruzar su mirada con la mía. Lo disfrutaba y ella también. Era tanto placer el que sentía que debía cerrar el puño fuerte, morderme los labios y curvar los dedos de los pies para poder tener algo de control sobre mi propio cuerpo. Ella era una Diosa haciéndolo y lo preciosa que se veía haciéndolo era inigualable. Era cómo tener a la misma Afrodita inclinada ante ti dándote uno de los mejores blowjobs de la vida. No sé cuanto tiempo transcurrió y tampoco puedo medir el nivel de placer que sentí. Cuando estuve por alcanzar el orgasmo debí detenerla, aún no era el tiempo.

Ella se incorporó y me dio el mejor beso de la noche. Nuestras lenguas se encontraron y danzaron dentro de nuestras bocas. Yo apreté fuerte su trasero con ambas manos mientras ella se dedicaba a rasguñarme la espalda. Sabía cuanto me prendía que hicieran eso. Ella me conocía incluso en la intimidad mejor que nadie pero no era momento para divagar en esas cosas.

-"¿Aún te gusta de perrito?". Me preguntó mientras sonreía.

-"Me encanta". Respondí devolviendo una sonrisa cómplice.

Ella se arrecostó sobre el espaldar del sofá quedando en aquella posición "from behind" que tanto me vuelve loco, aquella vista era de las mejores, incluso mejor que la de Tokyo desde aquel apartamento. No pude resistirme y comencé a comerle la vagina desde aquella posición pero ésta vez usando mis dedos para penetrarla levemente, mis dedos hacían un gesto de llamada dentro de ella alcanzando su punto de placer mientras que mi lengua jugaba con su clítoris el cuál succionaba de manera gentil de vez en cuando. Su cuerpo se estremecía, arqueaba la espalda, sus uñas se clavaban en el vinil del sofá, estaba cerca de tener otro orgasmo. Podía sentirlo. Sus caderas se movían en un va y ven que me incitaba a aumentar el ritmo hasta que explotó de placer con un gemido que si no fuese por la música pudo haberse escuchado hasta en el bar de la planta baja.

Y fue justo en ese momento en el que lo noté... Aquel pequeño lunar casi imperceptible en el labio izquierdo de su vagina que adornaba de manera preciosa su piel pálida. No, no podía ser ella. No tenía el lunar en el muslo izquierdo, no era aquel cuerpo tan único que me encantó recorrer una y otra vez hace un buen tiempo, cabello natural color castaño. Pero sabía todo lo que debía saber. ¿Cómo?

Y una vez más, mi mente le ganó a mi cuerpo... Mientras ella trataba de recuperar el aliento me vestí tan rápido cómo pude, tomé mis cosas y me dirigí al elevador mientras ella reía.

-"¿Acaso viste un fantasma? ¿O debería decir 'probaste'?".

No dije nada, me limité a presionar el botón que me llevaría hasta la planta baja. Mi corazón latía acelerado, no sabía qué había sucedido pero una cosa era cierta, éste no sería nuestro último encuentro.

Continuación: City of Angels

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