martes, 28 de agosto de 2018

Solsticio

Eran las 2:00 am cuando el teléfono sonó. Él dormía con éste bajo su almohada puesto que conocía a la perfección los problemas de sueños que ella tenía y debía estar al pendiente de alguna de sus llamadas puesto que en la semana nunca faltaba una.

-Hola. Contestó mientras trataba de entrar en vigilia nuemanente con aquella voz ronca.

.Hola, soy yo. Espero no haberte molestado. No puedo dormir. Dijo ella algo temerosa. Su voz sonaba quebrada cómo si hubiese estado llorando por horas.

-Para nada, sabes que me gusta hablar contigo. Respondió mientras trataba de ocultar el agotamiento que aún le poseía.

-¿Me podrías contar una de tus historias? Es que el escucharte hablar y contar historias tan fantásticas siempre me ayuda a dormir.

-Por supuesto. Tengo una especial para ti en éste instante.

-¿Te conté de cuando una de las estrellas del cielo cayó a la tierra y el cielo nocturno fue en búsqueda de ella?

-No, pero me encantaría escuchar esa historia. Le dijo ella. Su voz sonaba aliviada. Si había algo que aliviaba su dolor y su tormento era la voz de él. Tan llena de calma, cálida, llena de amor.

-Verás. Comentó él.

-En el firmamento solía haber una estrella juguetona y curiosa. Una de sus más grandes curiosidades era saber qué se sentía estar en el mundo de los vivos. Así que pidió tan pero tan fuerte al Universo que la enviara a vivir una vida que éste se lo concedió. El cielo nocturno al conocer de esto no pudo más que sentirse furioso por ello pero dentro de toda aquella molestia solo se escondía la preocupación. Puesto que si había una estrella que él adoraba, era precisamente esa. Así que no dudó en ir a buscarla.

-¿Y la encontró? Preguntó ella ansiosa.

-Más o menos. Verás, el cielo nocturno es muchísimas cosas. Una de ellas la encontró. Pero cuando fue momento de llevarla de nuevo al firmamento, éste respondió "No". Y decidió quedarse a vivir al lado de su estrella favorita. Pero había algo que él no sabía y era que su tiempo en la tierra no era duradero. Era fugaz, efímero. Pero ninguno lo supo sino hasta el momento en que se acercaba y él sentía su luz apagarse. Así que vagaron por todo el mundo buscando un sitio para refugiarse pero realmente no existía tal lugar. Durante su camino compartieron uno de los amores más grandes que ha podido conocer el Universo. Él hacía de todo para mantenerla feliz, para hacerla sonreír para despertar aquel espíritu inquieto de ella que tanto amaba. Se adentraron en bosques haciéndose amigos de los animales que por allí se encontraban, se bañaron en ríos tan puros cómo la inocencia del ser humano, contemplaron las auroras boreales desde ambos polos del globo. Sonrieron tanto y se apasionaron tanto que dentro de ambos surgió una llama imposible de apagar. Ella lo tranquilizaba en el camino con la melodía de su corazón, una melodía tan preciosa cómo aquella que tocó Orfeo al ir a buscar a Eurydice y que hizo que el mismísimo Hades derramara lágrimas de tristeza. Hasta que le llegó el momento de partir, era algo que ambos sabían desde un principio. Ambos sabían que debían despedirse en algún momento pero no les importó porque eso es el amar. Dejar todo y echar la esperanza en vuelo solo por una sonrisa. Ya amanecía y él lentamente se desvanecía para dar paso al cielo mañanero. Su despedida fue tan trágica que el Universo no pudo hacer más que concederle el placer de que cada noche bajara para ver a su amada. Hasta que luego de muchísimos años ella debió partir a otro lugar, cómo todas las personas lo hacen. La última morada de la estrella fue precisamente en el polo norte. Ambos amaban ese lugar. Al cielo nocturno le dolió tanto su partida que se rehusó a volver a levantarse sobre el polo norte dando existencia cómo consecuencia al solsticio de los polos que conocemos hoy en día. Sucede justo cuando se acerca la fecha de la última despedida.

-Pero hablas mucho sobre el cielo nocturno. Dijo ella cómo movida por la curiosidad.

-¿La estrella realmente lo amaba? Preguntó ansiosa.

-Cómo no tienes una idea. Dijo él.

Con ésta respuesta ella sonrió para sí misma. Solo por ese momento todas sus lágrimas habían dejado de caer, sentía una paz dentro de su corazón y un fuego calmado que la hacía sentir que se quemaba y decidió finalmente cerrar los ojos. Tan pronto lo hizo cayó en un profundo sueño. Mientras que él aún estaba en la línea, escuchándola dormir y preguntándose a sí mismo ¿cómo podía exisitir un amor tan intenso? ¿Acaso eso no sucedía solo en los cuentos de hadas? Estuvo así por unos 10 minutos que parecieron ser la vida entera, sintiendo aquellas emociones tan intensas y sonriendo cómo tonto porque luego de tanto sufrimiento en su vida. Al fin había encontrado un hogar, el corazón de ella...

Pero esa es historia para otra entrada.

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