Procedí a caminar tranquilamente, cada uno de mis pasos se escuchaban tan fuertes cómo si fueran reproducidos en vocinas en las paredes; haciendo eco hasta en mis huesos. Cada paso que daba en busca de mi encuentro con aquella puerta me ponía los nervios de punta mientras millones de pensamientos revoloteaban en mi cabeza "No lo hagas.", "Aléjate.", "Apresura el paso.", "Qué cobarde eres...", cada uno de ellos me desquiciaba cómo era costumbre hace nuchísimos años. Faltaban sólo unos poos metros para encontrarme en frente de aquella puerta de metal tan fría cómo lo estaba mi piel en ese momento; lograba escuchar una dulce y tranquila melodía que provenía justo del otro lado, una melodía de ópera digna de un espectáculo Italiano de gran altura, me aterraba a niveles de locura... Coloqué mi mano en la manilla de metal y la empujé con toda mi fuerza hacia abajo para finalmente abrir aquella gigante puerta y de una vez por todas encontrarme con aquel desquiciado personaje. Abría lentamente cómo tomando un poco de aire para enfrentar lo que seguía, cómo tratando de retardar lo mejor que pudiera aquel momento; di un paso para adentrarme en la habitación y una vez crucé el portal, cerré la puerta sabiendo que no había vuelta atrás, no había tiempo de arrepentirse.
Allí estaba él, con su vestimenta usual; un delantal completamente blanco, manchado casi en su totalidad por un color carmesí, detrás de este un conjunto de pantalones y camiseta aguamarina, en la camiseta se encontraba una etiqueta que colocaba su identidad; justo en la zona superior izquierda, se encontraba usando unos guantes de latex blancos y sostenía un escalpelo. De alguna manera me sorprendió verlo nuevamente, con sus mandíbulas características; unas mandíbulas hechas experimentalmente de una trampa para osos que él mismo se encargó de injertares reemplazando su mandíbula normal. Levantó la mirada y me vio por un momento pero no articuló ni una sola palabra y volvió inmediatamente a lo que se encontraba haciendo; estaba diseccionando a alguien completamente vivo, podía notar el placer que le producía jugar con el dolor y la angustia de otros mientras se mecía lentamente al ritmo de la música que usaba para llenar el ambiente, aquella ópera vieja pero estilizada que reproducía en un viejo radio digno de la época de los 50.
-Faustus- articulé en voz baja y lleno de temor.
-¿Por qué me temes?- preguntó con su voz genérica y carente de emocion alguna.
-No te temo, es sólo que le temo a la situación que motivó nuestro encuentro- dije llenándome de valor para enfrentarle.
-Sabías bien que este momento en algún momento llegaría-
-Traté de contenerlo lo mejor que pude pero me fue inútil- le repondí, planteándole inmediatamente lo que sucedía.
-Eres un ser lleno de odio. ¿Por qué habrías de negarlo?-
-Ese no es el punto, miserable engendro- levanté la voz -Sabes bien qué es lo que sucede-.
Cortó tan profundo a quién tenía en su mesa de autópsias que la sangre salpicó por todas partes y casi llegando a alcanzarme.
-Tienes miedo porque sabes bien que disfrutas cómo nadie mientras otros sufren, lloran, se angustian y hasta cuando arden en rabia y odio hacia ti- dijo mientras movía su cabeza rítmicamente con la música y disfrutando del desastre que estaba haciendo con aquel pobre imbécil.
-No quiero- suspiré para mis adentros.
-¡Pero lo eres!- gritó y comenzó a reir a carcajadas con una risa metálica y estridente y comenzó a danzar pues la ópera subía cada vez más la energía cómo aproximándose al invitable y gran final -Me tienes miedo pero eres justamente cómo yo-.
-Eso lo sé y de alguna forma tan retorcida cómo tus gustos me encanta pero es cómo una cuchilla de doble filo-
-Ese no es mi problema, yo sólo quiero seguir sintiendo este inmenso placer- articuló y comenzó a despedazar a aquel que se encontraba sobre su mesa usando millones de herramientas que poseía.
-Eres una escoria- le dije mientras me sentía presa de la frustración pues sabía desde el principio que con él era imposible dialogar; era el ser más egoista del mundo.
-Te dejaron conmigo porque no me dejaron otra opción- dijo mientras se extasiaba al perforarle el cráneo con un taladro de mano a aquel cuerpo. -Ven acá, ten una mirada de cerca-
No estaba seguro de si aceptar su invitación o inmediatamente abrir aquella puerta y escapar de su desquiciado placer pero terminé por acercarme; ya estaba allí, no tenía otra opción. Quitó el pequeño pañuelo blanco que le cubría la cara y vi el rostro de aquella persona a quién quería destazar viva justo cómo él lo estaba haciendo.
-¿No es hermoso?- preguntó.
-Seguro que sí- le respondí sintiendo cómo aquella satisfacción y aquel placer embriagante llenaba mi cuerpo.
-Ahora ve la magia- me dijo mientras danzaba complacido. -piensa en otra persona que desees aniquilar-
Cerré los ojos por un par de segundos y cuando los abrí aquel rostro y aquel cuerpo habían cambiado completamente para convertirse en quién había pensado. Faustus se reía a carcajadas mientras la música subía su volumen y llegaba al climax con una energía incontenible. Sentía la ira y el odio pasearse por mi cuerpo.
-Toma, hazle lo que quieras- me dijo Faustus mientras me daba el escalpelo.
Procedí a dejarme llevar por mi odio y comencé a destazar, apuñalar y cortar a aquella víctima mientras la música llegaba al climax sintiendo un enorme placer y sentimiento de satisfacción a lo que Faustus se reía y disfrutaba cómo si de su película favorita se tratase, sabía que ya me tenía. Con cada corte que daba me imaginaba a cada uno de mis enemigos o personas que alguna vez quise destruir enteramente y el cuerpo junto con aquel rostro cambiaba pero siempre denotaba la misma emocion de terror, dolor y angustia que tanto me excitaba. Me dejé llevar por aquel éxtasis y enloquecí haciendo un desastre con aquel cuerpo hasta que el final de la ópera llegó y asesté una última puñalada en medio del pecho, justo en el corazón. Toda la habitación quedó en silencio mientras yo mantenía los ojos cerrados y era presa de aquella sensación de desahogo.
-Abre los ojos- escuché a Faustus decir e inmediatamente lo hice para sorprenderme y llenarme de terror al percatarme que el verdadero rostro de aquel ser no era nada más y nada menos que el mío. Sentí caer en la inconsciencia mientras Faustus se reía, sus carcajadas se escuchaban cada vez más lejos y desde ese momento no supe qué sucedió conmigo...
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