sábado, 17 de junio de 2023

Rainy proof

—Me hubiese gustado que te quedaras. —Dijo aquella voz femenina, suave y dulce.

Di un suspiro largo mientras veía las calles empaparse y a las personas corriendo para protegerse de la lluvia a través de la ventana de aquel bus.

—Es curioso cómo la gente huye de la lluvia cuando mirándolo desde otro punto de vista puede ser algo tan bonito el dejarse abrazar por ella. —Pensé, tratando de evadir lo que ella había dicho.

—A mí también me hubiese gustado quedarme, para serte sincero. —Respondí y luego di otro suspiro largo pero esta vez más pesado, lleno de todas aquellas emociones guardadas que nunca pude dejar salir. —Me hubiese gustado hacer muchas cosas. Me hubiese gustado… Me hubiese gustado quedarme.

—¿Y entonces por qué te marchaste? —Increpó nuevamente aquella voz. En su tono se escuchaba la genuina curiosidad.

—No lo sé. Supongo que sentí miedo. Supongo que sentí que lo más correcto era huir. —Respondí de inmediato, mi voz comenzaba a quebrarse dejando a la vista aquella tormenta arreciando dentro de mí.

—¿Sentiste miedo? —Contestó ella sorprendida.

—Sí…. —Respondí entre más suspiros.

            El bus anunciaba mi parada justamente en ese momento. Me levanté de mi asiento lo más rápido que pude. Era casi media noche, así que solo era un mar de puestos vacíos a excepción de los últimos que usaban los desahuciados para dormir y los que ocupábamos ella y yo. Con un paso ansioso me dirigí hasta la puerta hasta que al dar un primer paso para bajar las cortas escaleras un pensamiento intrusivo me atrapó.

            —Con que huyendo de nuevo. —A veces pienso que mi cerebro siempre ha estado en contra mía. El bastardo conoce todas mis debilidades y sabe a dónde atinar para que duela. No podía darle esa satisfacción.

            Levanté la mirada hacia los puestos del autobús y allí se encontraba ella aún sentada, mirándome fijamente. Mis ojos se cruzaron con los suyos por unos segundos que parecieron eternos y algo en mí se rompió. Los ojos, los ojos nunca mienten. Era increíble como estaba aún más hermosa que la última vez que la vi. ¿Había alguna explicación natural para ello? No quería saberlo.

            Me sonrió a través de la ventana mientras el bus arrancaba. Yo me encontraba parado en total estupor viéndola alejarse. La lluvia caía sobre mí mojando cada centímetro de mi existencia. Sentí unas ganas impulsivas de correr detrás de aquel bus. Era tiempo de escuchar a mi corazón y no a mi razón. Así que corrí, corrí lo más que pude pero nunca pude alcanzarle.

            —Fue una total estupidez pensar que podría haberlo alcanzado pero lo intenté. —Pensé. Para tratar de apaciguar aquella sensación de haber fallado una vez más. Pero eso no evitó que se me desmoronara el mundo en los brazos de la lluvia.

            Sin fuerzas me desplomé sobre la acera, sentía como toda la calidez se desvanecía de mi corazón. No podía dejar de pensar en aquella sonrisa. Era una invitación para enmendar las cosas y no supe verlo. Egoísta con mi sufrimiento nunca puedo ver más allá de mi propia nariz. Cerré los ojos y agaché la cabeza, en señal de derrota. Hundido en mis pensamientos. Desconozco cuanto tiempo pasó. Pudieron ser solo unos minutos pero se sintieron como horas.

            Sentí la lluvia detenerse, así que subí la mirada para cerciorarme, pero no. Aún seguía lloviendo extrañamente. Llovía a cántaros para ser preciso. Las luces de la calle y los letreros de neón se reflejaban de manera hermosa en las gotas de lluvia y los charcos que se formaban en el suelo dejando ver una combinación de colores que parecían danzar entre ellos.

            —Te vas a enfermar sentado ahí. —Le oí decir a una voz que se encontraba detrás de mí. Y de pronto me golpeó aquel aroma tan conocido, dulce y que al impregnar el aire me hacía sentir como en casa. Me quedé helado, sin valor alguno para voltear o decir algo. Pero era inevitable, debía hacerlo.

            Lentamente me levanté y volteé. Allí estaba ella, sosteniendo su paraguas sobre mí para que no me mojara. Aquellas luces de la noche alumbraban sobre su hermosa piel blanca tan pálida y delicada como mármol con un leve rosa asomándose tímidamente sobre sus mejillas, su sonrisa aún tan tierna y cariñosa que te hacía sentir que todo estaría bien y aquellos ojos azules, que deslumbraban con su brillo a cualquier incauto que cometiera el error de cruzar la mirada con ellos. Para mi suerte, ahora yo era ese incauto.

            —¿Volviste por mí? —Pregunté con genuina curiosidad. Nunca lo hubiera esperado. No de ella.

            —Sí. Te lo dije. Me hubiese gustado que te quedaras. —Respondió ella con un tono calmado y suave. —Pero sé que eres inquieto debajo de toda esa calma que aparentas, no creas que nunca lo noté. No lo puedes ocultar. —Continuó.

            —De cualquier forma. No creo que sea el mejor lugar para discutirlo. Está haciendo frío. Ven, sígueme. —Dijo ella tomándome de la mano dirigiéndome hacia la dirección a la que quería ir. Yo intentaba alcanzar su paso pero su energía y caminar siempre ha sido más apurado que el mío.

            Caminamos varias cuadras hasta doblar en una pequeña calle. Allí se encontraba un edificio un tanto viejo con una entrada discreta que no notarías a menos que la buscaras.

            —Me mudé. —Le oí decir. Mientras con un gesto de su mano me invitaba a pasar primero. —El ascensor no sirve, así que escaleras hasta el piso 4. —Agregó a la par que tomaba la iniciativa y subía primero, la seguí rápidamente.

            —Creo que podría acostumbrarme a seguirte. Me gusta esta vista. —Bromeé. Aunque creo que más que un intento de broma era más un intento de conexión o de llenar el silencio.

            —No has cambiado en lo absoluto. —Dijo, mientras reía un poco.

            —Aquí estamos. Siéntete en casa. —Comentó mientras abría la puerta y me cedía el paso. —Es pequeño pero acogedor. —Agregó.

            Tan pronto entrar sentí una nostalgia extraña. Cómo si ya hubiese estado en aquel lugar, lo cual era imposible. Era como la sensación de volver a casa luego de un largo tiempo fuera. ¡Eso! Esa es la descripción correcta.

            —Quítate esa ropa mojada y ponla en el baño. —Dijo mientras me arrojaba una toalla limpia.

            —¿Así? ¿Sin invitarme a cenar primero? —Respondí

            —Tonto, es para que no te resfríes. —Dijo entre risas. —Preparé café, toma un poco para que te calientes. Estás helado. —Añadió. Me entregó una taza y se sentó a mi lado.

            —Ha pasado algo de tiempo desde la última vez que conversamos ¿no es así? —Dije mientras veía el oscuro color del café en aquella taza blanca.

            —Y han cambiado muchas cosas también. —Agregó ella.

            Y era cierto. Muchas cosas habían cambiado. Mientras yo veía mi vida de manera monótona y me sentía estancado ella había seguido adelante y logrado muchas cosas. Aunque creo que mi problema siempre ha sido uno de perspectiva. Quizá le doy muchas vueltas al mismo tema.

            —Te ves hermosa. —Interrumpí.

            —Gracias. Pero eres un adulador. Así que no cuenta. —Respondió mientras me daba un golpe en el brazo que casi me hace derramar el café.

            Pero no mentía. Podía perderme la vida entera en esos ojos azules y en esos labios color rosa que invitaban a besar. Y sus rizos dorados. ¡Dios! Podría vender mi alma para despertar entre el resplandor de esos rizos dorados todas las mañanas. Ella siempre me pareció una belleza etérea.

            —Quiero que sepas que aún hace frío porque estoy desnudo en el medio de tu sala de estar. —Dije para redirigir la conversación. Ella fue rápidamente a su habitación, sacó una de sus hoodies del closet y me la tiró en la cara.

            —Ponte eso, debería ser suficiente. Por pantalones solo te puedo prestar mi jogger gris.

            —Sí, eso funciona. —Dije mientras me ponía la hoodie. —Y no veas mientras me pongo los pantalones. —Señalé.

            —Así no es divertido. —Respondió entre risas.

            —Huele a ti. —Comenté. Mientras daba un largo suspiro.

            —Los uso para dormir. Tiene sentido. —Respondió a la par que hacía un gesto con los hombros.

            ¿Con que así se siente usar la hoodie de alguien más? Es como estar siendo abrazado por esa persona todo el tiempo mientras te ahogas en su aroma y sientes una calidez en el pecho. Es como estar junto a ellos 24/7. ¿Cómo pudieron tener este secreto tan bien guardado?

           —Sabes. Siempre pensé que eras tú el que iba rápido pero en realidad era yo la que no se detenía ni un minuto. Siempre ocupándome con algo, siempre evadiendo. —Dijo. Su sonrisa pareció invertirse a la par que su mirada bajaba al suelo.

            —Lo siento. —Continuó.

            —No tienes por qué disculparte. —Respondí mientras me acercaba e inclinaba ante ella.

            —Yo tampoco supe como ver las cosas de la manera correcta sin estancarme en el mismo problema una y otra vez. No supe entenderte. Pero esa es la vida. Y crecemos gracias a ello. Si estamos dispuestos a hacerlo. —Dije mientras subía su rostro a la par del mío tomándola suavemente del mentón.

            —Así que no tienes por qué bajar la mirada. —Agregué mientras le quitaba el cabello del rostro. —Todos tenemos sueños y esperanzas, todos tenemos nuestra noción de romance y todos tenemos esa película favorita que nos mueve las fibras porque quisiéramos ser amados de esa forma. Pero son idealizaciones. Es difícil bajar de esa nube a la realidad y compartir esas cosas con alguien más. Es difícil compartir el mundo con otro y nos rompemos el corazón sin querer al intentarlo mientras nos preguntamos cómo nuestros abuelos lograron amarse tanto hasta el ocaso de sus vidas. —Dije mientras sentía el vacío en mi pecho hacerse más grande y mi voz quebrarse.

            —La realidad te rompe el corazón. —Citó ella luego.

            —Y sobrevivir no es la parte más difícil, es mantener tus esperanzas vivas mientras todo el resto de ti ha muerto. —Continué.

            —Paramore… —Dijo ella entre suspiros.

            —Aparentemente alguien se ahogó en “26” por un tiempo. —Dije sonriendo.

            —Esa canción. Esa canción me ha acompañado en más noches de las que te imaginas. —Contestó sonriendo de vuelta. Pero era una sonrisa triste, melancólica. Como añorando con nostalgia algo que se ha perdido. Lo sé porque he estado en esa posición muchas veces y he perdido un pedacito de mí en todas.

            El verla tan vulnerable y triste me rompía el alma, para ser sincero. No quería hacer otra cosa que abrazarla y decirle que todo iba a estar bien aunque ella y yo supiéramos que era una vil mentira. Era un deseo intenso. Sí… Aún seguía enamorado perdidamente de ella, de los recuerdos de los pocos momentos que compartimos juntos y hasta de como su rostro se enrojecía cuando se molestaba.

            Lágrimas furtivas escapaban corriendo por su mejilla a pesar de todo el esfuerzo que hacía por contenerlas. Las detuve con mis dedos y fue cuando me abrazó repentinamente. Ya no podía resistir más y la besé sin pensar a lo que ella me correspondió. Hacía muchísimo tiempo que no besaba a alguien, hacía mucho tiempo que no sentía mi corazón salirse de mi pecho, que no sentía la calidez de un par de manos tomar mi rostro y acercarme más, que no sentía aquellos nervios e incertidumbre pero me dejé embriagar por ello. Si va a ser la última, vale la pena disfrutarlo pensé.

            Cuando cayó en sí rápidamente se alejó y me empujó.

            —Lo siento. No debimos hacer eso. —Dijo con nerviosismo y se llevaba las manos a la cara.

            Me levanté en silencio y comencé a recoger mis cosas mientras ella se escondía detrás de un cojín del sofá. Contrariada por lo que acababa de suceder.

            —Me llevo prestado esto, lo devolveré, no te preocupes. –Dije señalando la ropa que cargaba puesta. —Y sin agregar más salí de aquel apartamento cerrando la puerta suavemente.

            —Bueno, aposté al rojo y salió negro una vez más. Pero esta vez lo intenté. —Me decía a mí mismo mientras me alejaba de aquella puerta y me acercaba a las escaleras al final del pasillo.

            Mis pasos se hacían pesados, no quería irme de aquel lugar. No quería alejarme de aquel sentimiento. No quería dejar de sentir que pertenecía a un lugar nuevamente. No quería dejar de sentirme en casa entre sus brazos. Y fue justo cuando escuché aquella puerta abrirse nuevamente de manera apresurada y unos pasos en carrera.

            —Jasp! —Le oí decir una vez me había alcanzado.

            —¿Y si te quedas esta vez?

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