¿A veces no sienten que se aburren de la vida que llevan? Como si hiciese
falta una chispa de emoción y un reto lo suficientemente desafiante para darle
un nuevo sentido a lo que creen conocer. Bueno, no les mentiré. Justo eso
sucedía conmigo en ese momento. Como sabrán no soy el ser más social del mundo,
de hecho una pequeña reunión entre amigos ya basta para agotar mi energía
social lo que me hace proceder a pasar mínimo 3 días en mi propio mundo
recuperándome. Pero esa noche sucedía justo todo lo contrario. Me hacía falta
algo que me hiciese salir de mi zona de confort y me acelerara los latidos del
corazón. Eché una mirada a la mesa cercana a la puerta principal del
apartamento, en ella se encontraba la cesta donde suelo dejar las llaves al
entrar pero también estaba aquel sobre que había recibido una semana atrás. Era
una invitación a una fiesta classy y fancy de un conocido. Era una persona con
influencia, así que en esa fiesta se encontraría toda la high class de la
ciudad. Al recibirla la desestimé puesto que no me gustan las fiestas
bulliciosas y no me gusta lo shallow minded que son las personas que asistirían
a ese evento. Demasiado spotlight para mi gusto. Pero aquella noche todo era
distinto así que consideré la idea. Un par de segundos para pensarlo y decidir
ir. You know, life’s simple. You make choices and you don’t look back.
Abrí el sobre para leer los detalles de la invitación. Ya sabía el día pero
desconocía el lugar donde se daría todo. Debí esperarlo, su mansión en Benedict
Canyon. Caminé hacia el armario y rápidamente con echar un vistazo seleccioné
lo que usaría y luego me dirigí a tomar una ducha. Mi vestimenta consistía en
unos khaki color beige, una camisa blanca arremangada hasta el antebrazo, un
chaleco del mismo color que los pantalones y una corbata negra con un nudo
Windsor. En la mano derecha mi clásico reloj de cuero. Fancy pero desenfadado,
justo como me gusta. Me puse perfume, me pasé la mano por el cabello para darle
un look desaliñado, cogí el móvil y las llaves de la cesta y me dispuse a
bajar. Al llegar a planta baja saludé al conserje del edificio quién me sostuvo
la puerta principal para que saliera. Le ofrecí un cigarrillo en
agradecimiento. El sol de california me daba justo en los ojos mientras me
dirigía al Trans Am así que me coloqué mis Raybans aviador y encendí un
cigarrillo. Debo decir que siempre me ha parecido que el sol de las 5:00 pm es
algo que insta a detenerse y admirar. Lo que sí odio es el tráfico de Los
Angeles, maldita ciudad abarrotada. Debería mudarme a New Orleans—pensé.
Luego de recorrer las calles de Los Angeles con la puesta de sol
hermosísima haciéndome compañía finalmente me acercaba a Benedict Canyon, un
vecindario donde por lo general vivían famosos y ricos. Al llegar al lugar me
sorprendió notar que había valets, así que bajé del auto, me quité los lentes
de sol y le di las llaves al que se encargaría del mismo. Era un muchacho
joven, 20 años cuando mucho. Pude divisar en el estacionamiento de la propiedad
Bentleys, Aston Martins, Cadillacs y una infinidad más de carros lujosos.
Demasiado ostentosos—me dije a mí mismo. Las inmensas puertas de la mansión
estaban abiertas de par en par y en el recibo–sala que también era un área
gigantesca se encontraban arregladas varias mesas y sillas. Había una banda
tocando en un escenario pequeño que se encontraba situado entre las dos
escaleras lujosas que llevaban a los pisos de arriba. ¿Cuántos empleados de
servicios necesitas para mantener esta monstruosidad?—me pregunté en voz baja.
En la parte trasera de la propiedad se encontraba una piscina que considero
de tamaño olímpico y alrededor de ella había algunas sillas playeras. Gente
divirtiéndose, besándose en la piscina, tomando en la pequeña barra de aspecto
Tiki. No quería mojarme y tampoco quería estar cerca de tanto pandemónium así
que me senté en una de las mesas y le hice señas a uno de los mesoneros para
que me atendiera. Pedí una botella de Royal Salute, una cubeta con hielos y un
vaso clásico para whisky. Muy amablemente el muchacho me trajo el pedido, le di
un billete de 100 dólares como propina. Desconocía cuanto era el pago por su
trabajo esa noche pero hey, nadie se queja por 100 dólares más en la cuenta.
Mientras veía a la banda noté a una chica preciosa dándome miradas furtivas
from time to time. Era una reina de belleza, debía serlo. Silueta esbelta en un
traje de satín negro ceñido al cuerpo, cabello largo, completamente oscuro y
liso, ojos azules con una profundidad de mirada que haría caer a cualquiera de
rodillas si no era cuidadoso—mirándome a mí de entre tantos hombres en el
lugar—labios carnosos y rosados que invitaban a recorrerlos con los dedos de
manera suave antes de besarlos y embriagarte con su dulce sabor. Era toda una
Afrodita. Cuando notó que la miraba de vuelta me sonrió e hizo un pequeño gesto
de saludo mientras se mordía el labio inferior tímidamente. Me limité a
guiñarle el ojo y devolverle una sonrisa pícara. No soy el ser más seductor del
planeta pero me esfuerzo y siempre he tenido confianza en mí mismo. Ese era el
truco.
Se levantó de su mesa y le hizo un gesto como de despido a quiénes la
acompañaban en ella y la vi caminar directamente hacia mí. Su caminar moviendo
las caderas era de pasarela—Sí, indudablemente es modelo—pensé. Podías perderte
mirándola caminar con movimientos tan suaves, fluidos y gráciles. Se sentó en
mi mesa y se presentó de inmediato.
—“Good evening, gentleman. Soy
Alexandra y noté que me mirabas desde lejos,” dijo mientras jugueteaba con su
trago meneándolo un poco para mezclar el agua de los hielos derretidos con el
whisky que llenaba el vaso.
—“Good evening, señorita. Y creo
que comete un error pero quién realmente miraba con interés era usted. Sin
ánimos de ofenderla,” dije haciendo una pequeña reverencia. Ella extendió su
mano como esperando que la besara—genial, me gané a la que siempre obtiene lo
que quiere y nunca acepta un no por respuesta—pensé, mientras le besaba la mano
y la veía directamente a los ojos al hacerlo.
—“¿Cómo se te ocurre sacarle en
caro eso a una chica? Tienes valentía… Me gusta,” dijo mientras guiñaba el ojo
derecho en una forma increíblemente seductora y riendo. El poder de seducción
que tenía ésta chica era algo que nunca había visto antes.
—“Disculpe mis modales, mademoiselle
Alexandra pero olvidé presentarme. Mi nombre es Jasper,” dije intentando
ignorar el hecho de que efectivamente estaba coqueteándome directamente y sin
ningún tipo de sutilidad.
—“Bueno, Jasper. ¿Me vas a sacar
al bailar o tendré que rogarte de rodillas que lo hagas?” dijo con cierta
exigencia.
Me levanté de la mesa, caminé
hacia ella y con una reverencia tomé su mano y la dirigí al pequeño espacio
entre el escenario y las mesas del lugar. La banda tocaba una melodía que era
como una especie de balada pop, era un ritmo sensual de manera sutil. Los dotes
de bailes de Alexandra eran magníficos. ¿Acaso había algo que ésta chica no
hiciera bien? Meneaba las caderas con un sex appeal que más de uno de
los que nos miraban bailar quedó hipnotizado. Ella entrelazó sus brazos
alrededor de mi cuello mientras yo dirigí mis manos hacia sus caderas. Me dio
un beso en el cuello y me susurró entre risas que recién había cumplido 18
años. No supe cómo reaccionar a esa revelación. Tuve que sacudir un poco mi
cabeza puesto que la noticia me había dejado aturdido. Aparentemente soy la
fantasía sexual de las jóvenes y nunca me enteré porque nunca firmé para ello.
Mientras bailábamos noté que
alguien más nos miraba con atención, alguien más aparte de los hombres
lujuriosos de la habitación, alguien que no miraba a Alexandra en específico,
alguien que sí realmente llamó mi atención y que me hizo perderme en su mirada.
Era una mujer de alrededor de 40-45 años, calculo, totalmente conservada como
si el tiempo se fuese detenido para ella a los 35. Cabello color castaño claro
y con ondas suaves y agradables a la vista, piel blanca un tanto bronceada. Aquella
mujer dirigió fugazmente su mirada hacia mis manos que se encontraban tocando
las caderas de Alexandra de manera lenta y al ritmo de la música con dirección
hacia sus muslos para luego volver a verme a los ojos, era como un desafío para
mí. Pude sentir como mi corazón latía fuertemente, como el juicio se me nublaba
y como el flujo de sangre corría hasta mi entrepierna. Nunca había sentido algo
tan fuerte y lo amaba. Me sentía como un teenager de nuevo.
La vi mover la cabeza como en un
gesto afirmativo mientras me sostenía la mirada y no dudé un segundo en dirigir
mis manos lenta y suavemente hacia el trasero de Alexandra quién al sentir el
tacto de mis manos tibias dio un pequeño respingo y me mordió el cuello
ligeramente—eso me hizo prenderme aún más. Apreté de manera rápida aquel
trasero redondo y duro. Un trasero digno de revista, perfectamente tonificado y
por el que cualquiera mataría. Todo esto mientras miraba a aquella mujer
buscando el mínimo ápice de emoción en sus expresiones faciales y corporales.
Todo esto mientras mi mente jugaba conmigo y me hacía creer que a quién tenía
en mis brazos era ella, que aquel aliento y aquellos pequeños gemidos en mi
oído eran de esa mujer que había jugado conmigo sin esfuerzo alguno. Mientras
recorría su espalda con mis manos haciendo énfasis en el pequeño tacto de la
yema de mis dedos contra su piel suave, recorriendo de arriba hacia abajo la
línea que hacía su columna Alexandra aprovechó para besarme. Fue un beso
apasionado en su máxima expresión, sentí sus labios dulces, tersos y cálidos
tocando los míos, pude sentir su respiración agitada sincronizarse con la mía y
pude sentir su lengua jugueteando con la mía mientras tomaba su nuca y la hacía
acercarse más a mí con una mano, a la par que con la otra tocaba aquel trasero
perfecto. Había cerrado los ojos para dejar que mi mente hiciese conmigo lo que
desease. Sentía mi pene crecer cada vez más dentro de mis pantalones, era una
reacción inevitable para todo aquello que estaba pasando. Cuando terminó
nuestro beso Alexandra me miró mientras se mordía los labios y mostraba una
sonrisa de satisfacción, ella pensaba que me tenía pero nada estaba más alejado
de la verdad. Cuando dirigí mi mirada hacia la mesa donde se encontraba la
mujer que me había hecho su presa ya ésta no se encontraba. Comencé a buscarla
con mis ojos de manera desesperada por todo el salón hasta que la noté
desapareciéndose entre las paredes del segundo piso y ahí fue cuando mi corazón
se detuvo por un momento al caer en cuenta de la verdad. Ella era la esposa del
anfitrión de la fiesta y conocido mío.
Subí las escaleras lo más rápido
que pude. A la verga todo el que me vea y lo que suceda de ahora en
adelante—pensé. Make choices
and don’t look back. Alexandra se encontraba visiblemente molesta. La oí
decir algo en voz alta pero realmente no le di importancia. La última vez que
la vi se había desaparecido por el ala izquierda—me dije a mí mismo—así que me
dirigí hasta ese pasillo pero me abrumó la inmensidad de aquella mansión y
todas aquellas puertas. Luego de buscarla por casi toda el ala izquierda al
final encontré unas puertas doble que llevaban hacia una especie de estudio u
oficina. Allí la vi, sentada sobre el escritorio con las piernas cruzadas y
apoyada hacia atrás. Ese vestido corto y rojo la hacía ver demasiado sexy. Tan
pronto crucé el portal sentí su mirada de abajo hacia arriba y cuando aquellos
ojos llegaron hasta los míos no pude evitar sentir como la lujuria se apoderaba
de mí. Tenía ojos claros, como en una especie de azul grisáceo—me perdí en
ellos por lo que sentí fue una eternidad pero en realidad fueron segundos.
Mientras me miraba tenía una ligera sonrisa dibujada en sus labios, era una
sonrisa de victoria.
Cerré las puertas con seguro y
sin pensarlo dos veces caminé en dirección a ella y sin pensarlo ni una sola
milésima de segundo la besé. Un beso violento, cargado de lujuria, de deseo.
Ella paseaba sus manos violentamente por mi espalda a la par que yo la agarraba
de la nuca volviendo un completo desastre el peinado que llevaba. Sentí sus
uñas clavarse en mi cuello, lo que me hizo sentir cada vez más como la sangre
fluía hasta mi entrepierna dándome una erección como nunca antes había tenido
una. Mientras nuestras lenguas jugueteaban ella usó sus manos para desabrochar
de una manera bastante ágil los botones de mi chaleco el cuál yo mismo dejé
caer tan pronto ella lo deslizó de mis hombros. Con mis manos desaté el nudo de
la corbata lo más rápido que pude a la par que ella me desabrochaba la camisa
dejando al descubierto mi torso el cuál recorrió con la palma de sus manos. El
tacto de sus manos tibias y delicadas con mi pecho provocó en mí el deseo de
penetrarla de manera violenta y como si realmente no existiese un mañana.
Comencé a besarla por el cuello
mientras ella rasguñaba mi espalda. Con mis manos deslicé ambas tiras de su
vestido el cuál de un tirón quedó en su cintura dejando al descubierto aquel
perfecto y hermoso par de senos al descubierto, senos que me dediqué a besar y lamer con
desesperación, dando pequeños mordiscos en sus pezones mientras ella dejaba
escapar gemidos fuertes—al final nadie escucharía nuestra pequeña aventura mientras
la música y el bullicio siguiesen altos. Sus gemidos hacían que me prendiese
cada vez más. Por un momento detuve aquel paseo de mi boca por su cuerpo para
poder soltar el cinturón y poder quitarme el pantalón. Ella hizo gesto de
levantarse pero tan pronto la vi hacer el más mínimo movimiento me abalancé
sobre ella haciéndola recostarse sobre aquel escritorio. Al piso caían papeles,
carpetas, lápices mientras ambos nos fundíamos en un beso apasionado. Subí su
vestido hasta su cintura e hice a un lado sus panties para poder follarla.
Aquel vaivén furioso provocaba que la madera del escritorio crujiese bajo
nosotros. Ella entrelazó sus piernas alrededor de mi torso aprisionándome y
empujándome más hacia a ella, invitando a que llegara hasta lo más profundo de
su ser mientras ambos gemíamos al oído del otro. Me levanté con sus piernas aún
entrelazadas a mí, la tomé de la cintura y la halé sin ninguna dificultad hasta
el extremo del escritorio y seguí follándola de manera salvaje porque eso
éramos esa noche. Animales que lo único que sentían era un deseo insaciable por
el otro. Llevé mis manos desde la cintura hasta aquellos senos deslizándome por
su piel suave y tersa cosa que la hizo soltar un gemido mientras su cuerpo se
estremecía, con la mano izquierda tomé uno de sus senos y lo apreté con fuerza
pero sin excederme mientras que la derecha la llevé directo hasta su cuello el
cuál apreté con mis dedos a ambos lados del mismo dándole la sensación
de asfixia. Quería que se sintiese dominada, que sintiese que me pertenecía,
que no había nada que pudiese hacer, que esa noche yo era su dueño y ella era solamente
mía. Mientras mis embestidas aumentaban con cada vaivén ella sujetaba con más
fuerza los extremos del escritorio y el nudo de sus piernas en mi cintura se
hacía más apretado hasta que explotó en un orgasmo que me hizo sentir una de
las sensaciones más deliciosas del planeta. Jamás en mi vida había sentido
tanto placer.
Esperé unos segundos a que
recuperara el aliento y la tomé del cabello. La obligue a levantarse del
escritorio y a hincarse de rodillas ante mí. Un par de bofetadas hizo que
abriera la boca la cual penetré sin pensar dos veces mientras usaba su cabello
para sostenerla en posición. Estuvimos así un par de minutos hasta que la
levanté del cabello nuevamente, le instruí que se diera la vuelta y se
recostara sobre el escritorio. Lo hizo diligentemente dejando para mí aquella
vista maravillosa de aquel trasero from behind—God, como amo esa vista. Le di
una nalgada, luego otra, luego otra, con cada una ella dejaba salir gritos de
dolor mezclados con placer. Fuck me like you hate me—la oí gritar. Tomé el
cinturón y con él rodeé su cuello, con una mano llevé mi pene hasta la entrada
de su vagina y de una sola embestida la penetré—cosa que la hizo gritar de
sorpresa. Con una mano sostenía el cinturón haciendo presión sobre su cuello y
con la otra sostenía sus caderas para tener estabilidad y seguir follándola
como maniaco. Hubo un momento en el que solté el cinturón, la tomé del cabello
para levantarla un poco y acercarla a mí, le di una nalgada fuerte y le susurré
al oído que a mí nadie me daba órdenes. Y de un empujón la llevé a recostarse
de nuevo sobre el escritorio. Mis gemidos al parecer cada vez la prendían más
puesto que sentía como su cuerpo temblaba y podía sentir directamente sus
contracciones con cada penetración hasta que explotó en otro orgasmo delicioso
que al sentirlo estando dentro de ella pensé me iba a volver loco.
Ella al ver que yo también estaba
cerca del orgasmo se reincorporó y se arrodillo frente a mí para darme el
blowjob más delicioso que jamás me habían dado. Era una diosa en ello. Con su
lengua jugueteaba en la punta mientras que con sus manos recorría todo el
miembro y me masturbaba hasta que no pude más y exploté, corriéndome por toda
su cara. Desconozco el por qué pero la visión de aquella belleza hincada ante
mí y con mi semen en su cara me produjo un morbo gigantezco. Ella con sus dedos
recorrió su cara y luego se los llevó a la boca succionándolos de manera erótica
mientras me veía a los ojos. Me incliné para besarla y luego me dejé caer sobre
la alfombra de aquella habitación. Ella se recostó de lado junto a mí, pasando una de sus piernas por encima de
mi cuerpo y comenzó a recorrer mi pecho con sus dedos de manera suave y
pausada. Era el mejor sexo que había tenido en la vida, era justo lo que
necesitaba para salir de aquella monotonía en la que me había sumido la rutina,
era la chispa de emoción que necesitaba.
Luego de varios minutos me
reincorporé, me vestí nuevamente e intenté arreglarme lo más que pude. Ella
intentaba hacer lo mismo pero era inútil. Su maquillaje estaba deshecho, su
labial se encontraba por todo mi cuerpo y su cabello era un desastre. Antes de
abrir las puertas nuevamente para salir volteé a verla, ella me dio una última
mirada seductora que hizo a mi corazón latir en carrera y luego me hizo gesto de
que me fuera. Al abrir las puertas y salir me encontré con Alexandra, la reina
de belleza. Quién estaba justo del otro lado, esperando. Me miró directo a los ojos
con aquellos ojos azules con un matiz grisáceo, se me hacían familiares y fue
cuando caí en cuenta… Luego le dirigió una mirada a la mujer con la que recién
había tenido sexo. Podía notarse cierto disdain en la mirada de Alexandra mientras
que la mujer sonreía. Era la misma sonrisa que me había dado al entrar a aquel
estudio. ¿Realmente necesito contarles el resto?
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