domingo, 26 de enero de 2020

The eyes never lie.

¿A veces no sienten que se aburren de la vida que llevan? Como si hiciese falta una chispa de emoción y un reto lo suficientemente desafiante para darle un nuevo sentido a lo que creen conocer. Bueno, no les mentiré. Justo eso sucedía conmigo en ese momento. Como sabrán no soy el ser más social del mundo, de hecho una pequeña reunión entre amigos ya basta para agotar mi energía social lo que me hace proceder a pasar mínimo 3 días en mi propio mundo recuperándome. Pero esa noche sucedía justo todo lo contrario. Me hacía falta algo que me hiciese salir de mi zona de confort y me acelerara los latidos del corazón. Eché una mirada a la mesa cercana a la puerta principal del apartamento, en ella se encontraba la cesta donde suelo dejar las llaves al entrar pero también estaba aquel sobre que había recibido una semana atrás. Era una invitación a una fiesta classy y fancy de un conocido. Era una persona con influencia, así que en esa fiesta se encontraría toda la high class de la ciudad. Al recibirla la desestimé puesto que no me gustan las fiestas bulliciosas y no me gusta lo shallow minded que son las personas que asistirían a ese evento. Demasiado spotlight para mi gusto. Pero aquella noche todo era distinto así que consideré la idea. Un par de segundos para pensarlo y decidir ir. You know, life’s simple. You make choices and you don’t look back.

Abrí el sobre para leer los detalles de la invitación. Ya sabía el día pero desconocía el lugar donde se daría todo. Debí esperarlo, su mansión en Benedict Canyon. Caminé hacia el armario y rápidamente con echar un vistazo seleccioné lo que usaría y luego me dirigí a tomar una ducha. Mi vestimenta consistía en unos khaki color beige, una camisa blanca arremangada hasta el antebrazo, un chaleco del mismo color que los pantalones y una corbata negra con un nudo Windsor. En la mano derecha mi clásico reloj de cuero. Fancy pero desenfadado, justo como me gusta. Me puse perfume, me pasé la mano por el cabello para darle un look desaliñado, cogí el móvil y las llaves de la cesta y me dispuse a bajar. Al llegar a planta baja saludé al conserje del edificio quién me sostuvo la puerta principal para que saliera. Le ofrecí un cigarrillo en agradecimiento. El sol de california me daba justo en los ojos mientras me dirigía al Trans Am así que me coloqué mis Raybans aviador y encendí un cigarrillo. Debo decir que siempre me ha parecido que el sol de las 5:00 pm es algo que insta a detenerse y admirar. Lo que sí odio es el tráfico de Los Angeles, maldita ciudad abarrotada. Debería mudarme a New Orleans—pensé.

Luego de recorrer las calles de Los Angeles con la puesta de sol hermosísima haciéndome compañía finalmente me acercaba a Benedict Canyon, un vecindario donde por lo general vivían famosos y ricos. Al llegar al lugar me sorprendió notar que había valets, así que bajé del auto, me quité los lentes de sol y le di las llaves al que se encargaría del mismo. Era un muchacho joven, 20 años cuando mucho. Pude divisar en el estacionamiento de la propiedad Bentleys, Aston Martins, Cadillacs y una infinidad más de carros lujosos. Demasiado ostentosos—me dije a mí mismo. Las inmensas puertas de la mansión estaban abiertas de par en par y en el recibo–sala que también era un área gigantesca se encontraban arregladas varias mesas y sillas. Había una banda tocando en un escenario pequeño que se encontraba situado entre las dos escaleras lujosas que llevaban a los pisos de arriba. ¿Cuántos empleados de servicios necesitas para mantener esta monstruosidad?—me pregunté en voz baja.

En la parte trasera de la propiedad se encontraba una piscina que considero de tamaño olímpico y alrededor de ella había algunas sillas playeras. Gente divirtiéndose, besándose en la piscina, tomando en la pequeña barra de aspecto Tiki. No quería mojarme y tampoco quería estar cerca de tanto pandemónium así que me senté en una de las mesas y le hice señas a uno de los mesoneros para que me atendiera. Pedí una botella de Royal Salute, una cubeta con hielos y un vaso clásico para whisky. Muy amablemente el muchacho me trajo el pedido, le di un billete de 100 dólares como propina. Desconocía cuanto era el pago por su trabajo esa noche pero hey, nadie se queja por 100 dólares más en la cuenta. Mientras veía a la banda noté a una chica preciosa dándome miradas furtivas from time to time. Era una reina de belleza, debía serlo. Silueta esbelta en un traje de satín negro ceñido al cuerpo, cabello largo, completamente oscuro y liso, ojos azules con una profundidad de mirada que haría caer a cualquiera de rodillas si no era cuidadoso—mirándome a mí de entre tantos hombres en el lugar—labios carnosos y rosados que invitaban a recorrerlos con los dedos de manera suave antes de besarlos y embriagarte con su dulce sabor. Era toda una Afrodita. Cuando notó que la miraba de vuelta me sonrió e hizo un pequeño gesto de saludo mientras se mordía el labio inferior tímidamente. Me limité a guiñarle el ojo y devolverle una sonrisa pícara. No soy el ser más seductor del planeta pero me esfuerzo y siempre he tenido confianza en mí mismo. Ese era el truco.

Se levantó de su mesa y le hizo un gesto como de despido a quiénes la acompañaban en ella y la vi caminar directamente hacia mí. Su caminar moviendo las caderas era de pasarela—Sí, indudablemente es modelo—pensé. Podías perderte mirándola caminar con movimientos tan suaves, fluidos y gráciles. Se sentó en mi mesa y se presentó de inmediato.

—“Good evening, gentleman. Soy Alexandra y noté que me mirabas desde lejos,” dijo mientras jugueteaba con su trago meneándolo un poco para mezclar el agua de los hielos derretidos con el whisky que llenaba el vaso.

—“Good evening, señorita. Y creo que comete un error pero quién realmente miraba con interés era usted. Sin ánimos de ofenderla,” dije haciendo una pequeña reverencia. Ella extendió su mano como esperando que la besara—genial, me gané a la que siempre obtiene lo que quiere y nunca acepta un no por respuesta—pensé, mientras le besaba la mano y la veía directamente a los ojos al hacerlo.

—“¿Cómo se te ocurre sacarle en caro eso a una chica? Tienes valentía… Me gusta,” dijo mientras guiñaba el ojo derecho en una forma increíblemente seductora y riendo. El poder de seducción que tenía ésta chica era algo que nunca había visto antes.

—“Disculpe mis modales, mademoiselle Alexandra pero olvidé presentarme. Mi nombre es Jasper,” dije intentando ignorar el hecho de que efectivamente estaba coqueteándome directamente y sin ningún tipo de sutilidad.

—“Bueno, Jasper. ¿Me vas a sacar al bailar o tendré que rogarte de rodillas que lo hagas?” dijo con cierta exigencia.

Me levanté de la mesa, caminé hacia ella y con una reverencia tomé su mano y la dirigí al pequeño espacio entre el escenario y las mesas del lugar. La banda tocaba una melodía que era como una especie de balada pop, era un ritmo sensual de manera sutil. Los dotes de bailes de Alexandra eran magníficos. ¿Acaso había algo que ésta chica no hiciera bien? Meneaba las caderas con un sex appeal que más de uno de los que nos miraban bailar quedó hipnotizado. Ella entrelazó sus brazos alrededor de mi cuello mientras yo dirigí mis manos hacia sus caderas. Me dio un beso en el cuello y me susurró entre risas que recién había cumplido 18 años. No supe cómo reaccionar a esa revelación. Tuve que sacudir un poco mi cabeza puesto que la noticia me había dejado aturdido. Aparentemente soy la fantasía sexual de las jóvenes y nunca me enteré porque nunca firmé para ello.

Mientras bailábamos noté que alguien más nos miraba con atención, alguien más aparte de los hombres lujuriosos de la habitación, alguien que no miraba a Alexandra en específico, alguien que sí realmente llamó mi atención y que me hizo perderme en su mirada. Era una mujer de alrededor de 40-45 años, calculo, totalmente conservada como si el tiempo se fuese detenido para ella a los 35. Cabello color castaño claro y con ondas suaves y agradables a la vista, piel blanca un tanto bronceada. Aquella mujer dirigió fugazmente su mirada hacia mis manos que se encontraban tocando las caderas de Alexandra de manera lenta y al ritmo de la música con dirección hacia sus muslos para luego volver a verme a los ojos, era como un desafío para mí. Pude sentir como mi corazón latía fuertemente, como el juicio se me nublaba y como el flujo de sangre corría hasta mi entrepierna. Nunca había sentido algo tan fuerte y lo amaba. Me sentía como un teenager de nuevo.

La vi mover la cabeza como en un gesto afirmativo mientras me sostenía la mirada y no dudé un segundo en dirigir mis manos lenta y suavemente hacia el trasero de Alexandra quién al sentir el tacto de mis manos tibias dio un pequeño respingo y me mordió el cuello ligeramente—eso me hizo prenderme aún más. Apreté de manera rápida aquel trasero redondo y duro. Un trasero digno de revista, perfectamente tonificado y por el que cualquiera mataría. Todo esto mientras miraba a aquella mujer buscando el mínimo ápice de emoción en sus expresiones faciales y corporales. Todo esto mientras mi mente jugaba conmigo y me hacía creer que a quién tenía en mis brazos era ella, que aquel aliento y aquellos pequeños gemidos en mi oído eran de esa mujer que había jugado conmigo sin esfuerzo alguno. Mientras recorría su espalda con mis manos haciendo énfasis en el pequeño tacto de la yema de mis dedos contra su piel suave, recorriendo de arriba hacia abajo la línea que hacía su columna Alexandra aprovechó para besarme. Fue un beso apasionado en su máxima expresión, sentí sus labios dulces, tersos y cálidos tocando los míos, pude sentir su respiración agitada sincronizarse con la mía y pude sentir su lengua jugueteando con la mía mientras tomaba su nuca y la hacía acercarse más a mí con una mano, a la par que con la otra tocaba aquel trasero perfecto. Había cerrado los ojos para dejar que mi mente hiciese conmigo lo que desease. Sentía mi pene crecer cada vez más dentro de mis pantalones, era una reacción inevitable para todo aquello que estaba pasando. Cuando terminó nuestro beso Alexandra me miró mientras se mordía los labios y mostraba una sonrisa de satisfacción, ella pensaba que me tenía pero nada estaba más alejado de la verdad. Cuando dirigí mi mirada hacia la mesa donde se encontraba la mujer que me había hecho su presa ya ésta no se encontraba. Comencé a buscarla con mis ojos de manera desesperada por todo el salón hasta que la noté desapareciéndose entre las paredes del segundo piso y ahí fue cuando mi corazón se detuvo por un momento al caer en cuenta de la verdad. Ella era la esposa del anfitrión de la fiesta y conocido mío.

Subí las escaleras lo más rápido que pude. A la verga todo el que me vea y lo que suceda de ahora en adelante—pensé. Make choices and don’t look back. Alexandra se encontraba visiblemente molesta. La oí decir algo en voz alta pero realmente no le di importancia. La última vez que la vi se había desaparecido por el ala izquierda—me dije a mí mismo—así que me dirigí hasta ese pasillo pero me abrumó la inmensidad de aquella mansión y todas aquellas puertas. Luego de buscarla por casi toda el ala izquierda al final encontré unas puertas doble que llevaban hacia una especie de estudio u oficina. Allí la vi, sentada sobre el escritorio con las piernas cruzadas y apoyada hacia atrás. Ese vestido corto y rojo la hacía ver demasiado sexy. Tan pronto crucé el portal sentí su mirada de abajo hacia arriba y cuando aquellos ojos llegaron hasta los míos no pude evitar sentir como la lujuria se apoderaba de mí. Tenía ojos claros, como en una especie de azul grisáceo—me perdí en ellos por lo que sentí fue una eternidad pero en realidad fueron segundos. Mientras me miraba tenía una ligera sonrisa dibujada en sus labios, era una sonrisa de victoria.

Cerré las puertas con seguro y sin pensarlo dos veces caminé en dirección a ella y sin pensarlo ni una sola milésima de segundo la besé. Un beso violento, cargado de lujuria, de deseo. Ella paseaba sus manos violentamente por mi espalda a la par que yo la agarraba de la nuca volviendo un completo desastre el peinado que llevaba. Sentí sus uñas clavarse en mi cuello, lo que me hizo sentir cada vez más como la sangre fluía hasta mi entrepierna dándome una erección como nunca antes había tenido una. Mientras nuestras lenguas jugueteaban ella usó sus manos para desabrochar de una manera bastante ágil los botones de mi chaleco el cuál yo mismo dejé caer tan pronto ella lo deslizó de mis hombros. Con mis manos desaté el nudo de la corbata lo más rápido que pude a la par que ella me desabrochaba la camisa dejando al descubierto mi torso el cuál recorrió con la palma de sus manos. El tacto de sus manos tibias y delicadas con mi pecho provocó en mí el deseo de penetrarla de manera violenta y como si realmente no existiese un mañana.

Comencé a besarla por el cuello mientras ella rasguñaba mi espalda. Con mis manos deslicé ambas tiras de su vestido el cuál de un tirón quedó en su cintura dejando al descubierto aquel perfecto y hermoso par de senos al descubierto, senos que me dediqué a besar y lamer con desesperación, dando pequeños mordiscos en sus pezones mientras ella dejaba escapar gemidos fuertes—al final nadie escucharía nuestra pequeña aventura mientras la música y el bullicio siguiesen altos. Sus gemidos hacían que me prendiese cada vez más. Por un momento detuve aquel paseo de mi boca por su cuerpo para poder soltar el cinturón y poder quitarme el pantalón. Ella hizo gesto de levantarse pero tan pronto la vi hacer el más mínimo movimiento me abalancé sobre ella haciéndola recostarse sobre aquel escritorio. Al piso caían papeles, carpetas, lápices mientras ambos nos fundíamos en un beso apasionado. Subí su vestido hasta su cintura e hice a un lado sus panties para poder follarla. Aquel vaivén furioso provocaba que la madera del escritorio crujiese bajo nosotros. Ella entrelazó sus piernas alrededor de mi torso aprisionándome y empujándome más hacia a ella, invitando a que llegara hasta lo más profundo de su ser mientras ambos gemíamos al oído del otro. Me levanté con sus piernas aún entrelazadas a mí, la tomé de la cintura y la halé sin ninguna dificultad hasta el extremo del escritorio y seguí follándola de manera salvaje porque eso éramos esa noche. Animales que lo único que sentían era un deseo insaciable por el otro. Llevé mis manos desde la cintura hasta aquellos senos deslizándome por su piel suave y tersa cosa que la hizo soltar un gemido mientras su cuerpo se estremecía, con la mano izquierda tomé uno de sus senos y lo apreté con fuerza pero sin excederme mientras que la derecha la llevé directo hasta su cuello el cuál apreté con mis dedos a ambos lados del mismo dándole la sensación de asfixia. Quería que se sintiese dominada, que sintiese que me pertenecía, que no había nada que pudiese hacer, que esa noche yo era su dueño y ella era solamente mía. Mientras mis embestidas aumentaban con cada vaivén ella sujetaba con más fuerza los extremos del escritorio y el nudo de sus piernas en mi cintura se hacía más apretado hasta que explotó en un orgasmo que me hizo sentir una de las sensaciones más deliciosas del planeta. Jamás en mi vida había sentido tanto placer.

Esperé unos segundos a que recuperara el aliento y la tomé del cabello. La obligue a levantarse del escritorio y a hincarse de rodillas ante mí. Un par de bofetadas hizo que abriera la boca la cual penetré sin pensar dos veces mientras usaba su cabello para sostenerla en posición. Estuvimos así un par de minutos hasta que la levanté del cabello nuevamente, le instruí que se diera la vuelta y se recostara sobre el escritorio. Lo hizo diligentemente dejando para mí aquella vista maravillosa de aquel trasero from behind—God, como amo esa vista. Le di una nalgada, luego otra, luego otra, con cada una ella dejaba salir gritos de dolor mezclados con placer. Fuck me like you hate me—la oí gritar. Tomé el cinturón y con él rodeé su cuello, con una mano llevé mi pene hasta la entrada de su vagina y de una sola embestida la penetré—cosa que la hizo gritar de sorpresa. Con una mano sostenía el cinturón haciendo presión sobre su cuello y con la otra sostenía sus caderas para tener estabilidad y seguir follándola como maniaco. Hubo un momento en el que solté el cinturón, la tomé del cabello para levantarla un poco y acercarla a mí, le di una nalgada fuerte y le susurré al oído que a mí nadie me daba órdenes. Y de un empujón la llevé a recostarse de nuevo sobre el escritorio. Mis gemidos al parecer cada vez la prendían más puesto que sentía como su cuerpo temblaba y podía sentir directamente sus contracciones con cada penetración hasta que explotó en otro orgasmo delicioso que al sentirlo estando dentro de ella pensé me iba a volver loco.

Ella al ver que yo también estaba cerca del orgasmo se reincorporó y se arrodillo frente a mí para darme el blowjob más delicioso que jamás me habían dado. Era una diosa en ello. Con su lengua jugueteaba en la punta mientras que con sus manos recorría todo el miembro y me masturbaba hasta que no pude más y exploté, corriéndome por toda su cara. Desconozco el por qué pero la visión de aquella belleza hincada ante mí y con mi semen en su cara me produjo un morbo gigantezco. Ella con sus dedos recorrió su cara y luego se los llevó a la boca succionándolos de manera erótica mientras me veía a los ojos. Me incliné para besarla y luego me dejé caer sobre la alfombra de aquella habitación. Ella se recostó de lado junto a  mí, pasando una de sus piernas por encima de mi cuerpo y comenzó a recorrer mi pecho con sus dedos de manera suave y pausada. Era el mejor sexo que había tenido en la vida, era justo lo que necesitaba para salir de aquella monotonía en la que me había sumido la rutina, era la chispa de emoción que necesitaba.

Luego de varios minutos me reincorporé, me vestí nuevamente e intenté arreglarme lo más que pude. Ella intentaba hacer lo mismo pero era inútil. Su maquillaje estaba deshecho, su labial se encontraba por todo mi cuerpo y su cabello era un desastre. Antes de abrir las puertas nuevamente para salir volteé a verla, ella me dio una última mirada seductora que hizo a mi corazón latir en carrera y luego me hizo gesto de que me fuera. Al abrir las puertas y salir me encontré con Alexandra, la reina de belleza. Quién estaba justo del otro lado, esperando. Me miró directo a los ojos con aquellos ojos azules con un matiz grisáceo, se me hacían familiares y fue cuando caí en cuenta… Luego le dirigió una mirada a la mujer con la que recién había tenido sexo. Podía notarse cierto disdain en la mirada de Alexandra mientras que la mujer sonreía. Era la misma sonrisa que me había dado al entrar a aquel estudio. ¿Realmente necesito contarles el resto?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario