domingo, 7 de abril de 2019

El café más dulce y la despedida más triste

Eran cerca de las 6:00 pm cuando me encontraba camino a The Griffin Bar. Uno de mis lugares favoritos. Un bar en el piso 21 de un edificio en Seoul. ¿Cómo terminé en esa ciudad? No tengo ni la menor idea pero allí estaba, camino a encontrarme con ella mientras comenzaba a tener flashbacks de cada uno de nuestros encuentros, incluyendo ese momento que la vi por primera vez...

Yo recién había llegado al país y cómo siempre lo único que llevaba de equipaje era un viejo bolso donde llevaba mi laptop, una maleta donde llevaba mi ropa favorita, y mis vivencias las cuáles siempre han sido un equipaje que me es imposible tirar. Tan pronto dejé todo en el pequeño loft donde me residenciaría por un tiempo decidí bajar y dar una vuelta por las cercanías para conocer el lugar y descubrir sitios interesantes. Fue en ese momento en el que caminando entre la gente oí aquella melodía tocada en una guitarra acústica. Era indudable, alguien estaba tocando Lonely; una de mis canciones favoritas del extinto grupo 2NE1. Comencé a buscar a oído desde donde provenía esa melodía mágica y conforme me acercaba más comencé a escuchar aquella voz tan dulce que me llenaba de una calma inexplicable. Era cómo si fuese capaz de callar todo pensamiento rondando en mi cabeza dejándome solamente con ganas de seguir sintiendo y disfrutando de ella.

Tan pronto pude divisar a aquella magnífica cantante quedé paralizado, no sólo poseía la voz más perfecta del planeta o la habilidad para acariciar cada acorde haciéndolo sonar tan cálido cómo un café por las mañanas. Sino que también era preciosa -una combinación un tanto letal si me preguntan-. Cabello castaño oscuro por los hombros, piel pálida que se veía tan brillante y suave como la porcelana, un par de ojos penetrantes los cuáles mantenía la mayor parte del tiempo cerrados mientras cantaba -adoro esos pequeños detalles, te dicen que realmente estaba sintiendo la canción- y finalizaban con aquellos labios rosas en los cuáles no podía dejar de pensar. Sus rasgos indicaban claramente que no era de la región. Necesitaba aprender más sobre ella, necesitaba conocerla, necesitaba hablarle. Ella quizá sería la inspiración para mi próximo libro -y estaba muy claro que necesitaba una musa, ella era la correcta-.

Decidí usar cómo excusa el hecho de que estaba recién llegado a la ciudad y buscaba un buen lugar donde beber un escocés. Sí, sonaba convincente y no era mentira. Me acerqué a ella y me presenté.

-Hola, señorita. Me agrada cómo cantas y tocas, eres muy buena. Me llamo Jasper y soy recién llegado a la ciudad. Me preguntaba si te molestaría llevarme hasta a un buen bar donde pueda pedir un escocés.

Se quedó mirándome cómo extrañada e inspeccionándome a la misma vez que guardaba su guitarra en el estuche y se la colgaba del hombro.

-Mucho gusto, Jasper. Soy Verónica. Dijo, mientras me extendía la mano y me veía directamente a los ojos. Quedé hechizado, no había manera de que escapara de ese color grisáceo tan profundo. Procedí a darle la mano y justo en ese momento agregó.

-Conozco el lugar perfecto. Puedo llevarte hasta él sólo con una condición.

-¿Y cuál sería esa condición, señorita? Pregunté un tanto sorprendido por su propuesta.

-Que me invites un café. Dijo sonriendo. Al verla hacerlo ya lo sabía, ya no había esperanzas. Me tenía. Así fue que conocí The Griffin y la conocí a ella.

Una sirena en la calle me hizo salir de mi trance y de mis recuerdos. Ya me encontraba a la puerta de la entrada del JW Marriott, el edificio donde se albergaba el bar. Mientras esperaba para abordar el ascensor volví a tener otro flashback. Esta vez me transporté hasta esa noche en la que pasamos la noche entera viendo estrellas recostados en la hierba en medio del Grand Park de Seoul. Y cómo la hacía reír mientras le mostraba las constelaciones que me "sabía" -las cuáles eran obviamente inventadas con el solo propósito de divertirla-. Ella no paraba de reír y yo no podía dejar de mirarla hacerlo, me encantaba ver cómo brillaban sus ojos a la luz de la luna. Esa fue la primera vez que nuestros labios se juntaron y en la que mi ténue pulso se incrementó al punto de sentirlo latir en cada centímetro de mi cuerpo a la vez que mi temperatura se hacía lo suficientemente cálida cómo para nivelarse con la suya. Adoraba eso, cómo ella tenía el poder de controlar mi temperatura corporal, cómo con el solo hecho de sostener mi mano hacía arder mi fría piel.

Volví al mundo real cuando el ascensor alcanzó el último piso y donde debía bajarme. Tan pronto entrar en la estancia del bar sentí aquel Jazz tan delicioso y que siempre me parece uno de los mejores acompañantes de un whisky, junto con el infaltable cigarrillo. Decidí ir a las mesas de la terraza porque me gusta más estar en contacto con el viento y con la noche misma, además de que el bar sólo permitía fumar en estas. Allí ya estaba ella, tan preciosa cómo siempre. Tan pronto me vió alzó su mano para saludarme y hacer un gesto de llamado. Para mí era difícil estar allí, el verla tan perfecta cómo era, el sentir su aroma dulce impregnarse en mí durante nuestro abrazo, el sentir su beso de bienvenida en mis labios, el ver su cabello ondeando en el viento de esa noche. Ella ya bebía un café, cómo esa primera vez que compartimos la tarde en ese bar.

Hice un gesto de llamado al mesero y ordené un Russian Caramel ésta vez. Ella me miró un poco confundida, creo que nunca había bebido un Russian Caramel con ella cerca. Posiblemente ni se imaginaba que era mi favorito. ¿Cuanto había pasado desde que nos conocimos y yo llegué a la ciudad? ¿5 meses? Tal vez menos. Sin embargo había encontrado uno de los amores más maravillosos de mi vida, uno que por cuestiones del ¿destino? -no me gusta creer que hay algo que ordena nuestra vida de manera infalible, para mí es demasiado alocado- debía dejar ir. La realidad es que soy cómo un gitano y nunca me he quedado realmente en un solo lugar. Allá afuera hay tanto por explorar y yo soy tan impulsivo que no puedo sostener otra estabilidad que no sea la que me proporciona mi mente. Era hora de que partiera a un nuevo lugar y debía hacérselo saber... No volvería y tampoco tengo el valor para arrancarla de su paraíso por el mero egoísmo de tenerla junto a mí.

Tan pronto el mesero trajo mi trago sólo me dediqué a contemplarlo tratando de encontrar las palabras correctas para decir lo que necesitaba.

-Hola, mademoiselle. Te preguntarás por qué te cité hoy aquí, donde nos conocimos. La razón real de todo esto es que... Di un suspiro que sentí duró siglos.

-Verás, debo partir. Por favor, no digas nada porque ya mi alma pesa lo suficiente cómo para escucharte argumentar una sola palabra con tu vocecita preciosa sonando quebrada. Prefiero llevarme de recuerdo lo preciosa que suena normal y por sobre todo, cómo suena cantando.

Ella me miraba sorprendida, podía notar cómo poco a poco el brillo de sus ojos comenzaba a apagarse dejando paso a un aspecto vidrioso. Sus mejillas comenzaban a enrojecer pero esta vez no por estar apenada. Se notaba lo mucho que se le dificultaba contener el llanto y las palabras. Me levanté de la silla y me acerqué para acariciar con mis dedos esa primera lágrima que brotó de su ojo derecho. Me odiaba por lo que hacía, pero algo era seguro, para ella sería mejor de esta forma. Me agaché frente a ella mientras le acariciaba las mejillas ya húmedas.

-Sabes... Dicen que no puedes enamorarte de escritores. Suele terminar mal. Dije en tono de chiste gentil para tratar de aliviar las cosas. Ella dejó escapar una pequeña sonrisa.

-Esto es algo que debo hacer, y no quiero que esperes por mí. Esperar por alguien es una carga demasiada pesada en el corazón y no te voy a someter a ello, ya con esto es suficiente. Sé que te encanta el mar, así que espero puedas encontrar a alguien que sea lo suficientemente valiente cómo para entrar en tus tormentas, y te respete lo suficiente cómo para amar el tamaño de tus olas. Espero logres encontrar a alguien que aprecie la serenidad de tu calma, y que esté ansioso por navegar cada pequeño rincón de tu mente. Espero seas capaz de encontrar a alguien que no pueda escapar del amor que sienta por ti, porque te tendrá en su propia sangre, que siempre le recordará que el único mar que vale la pena explorar eres tú...

-Mañana cada uno volverá a su vida, con el sol en nuestros ojos y arena en nuestra piel. Pero me mostraste una verdad. En tus ojos pude ver a los dioses bailar disfrazados de estrellas. Quizá esto fue solamente un sueño y quizá sigamos dormidos. Te extrañaré cuando no esté.

Finalicé dándole un pequeño beso en la frente, y caminé hacia la puerta nuevamente. Ni siquiera toqué el trago, ya no tenía ganas. Me dolía el alma nuevamente, sentía cómo poco a poco me rompía pero no había tiempo. Me dejaba el vuelo y una parte de mí no podía esperar a descubrir que otra nueva aventura me esperaba en algún lugar del mundo.

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