viernes, 12 de septiembre de 2014

Expiación

Despierto atado a un sillón en una sala completamente vacía, estoy situado frente a un gran espejo que cubre en su totalidad la pared y detrás mío se sitúa un largo pasillo según puedo ver a través de este.

No sé que hago aquí, no sé donde estoy, no recuerdo absolutamente nada, sólo mi nombre vagamente. Tengo atadas mis muñecas a los posa manos del sillón y mis tobillos a la base de este, quién construyó este sillón se esmeró por hacerlo lucir bien pero resistente para que el cautivo no escape porque por más que me agito con fuerza no logro liberarme de las correas y cadenas. Poco a poco comienzo a pensar con claridad y noto un color rojo en el cuello de mi camisa... ¿Será sangre?

Mientras comienzo a inspeccionar la sala noto un aroma bastante peculiar, el aroma a un perfume femenino bastante suave y embriagante. Fijo mi vista en el espejo y la veo acercarse, camina lento moviendo sus caderas con una gracia digna de una diosa y con una fluidez que me hace dudar que sea humana. Conforme se acerca cada vez más puedo notar su aspecto; es alta, cabellera castaña con matices de rojo, su piel es tan blanca cómo la nieve, pero algo no encaja. No puedo ver su rostro, lo lleva cubierto con una máscara conocida, la máscara de Dollface.

Cuando se encuentra tan sólo un par de metros de mi se detiene, cómo dejando que la vea, que la inspeccione minuciosamente y caigo en cuenta que es una egocentrista narcisista amante del control, características que se me hacen bastante familiares si me preguntan. No tengo otra opción que hacer lo que desea y comienzo a verla lentamente a través del espejo.

Poso mi vista en sus pies, lleva unos tacones negros, conforme subo voy notando cada pieza de su vestimenta... Unas medias altas de mallas totalmente negras con un borde de encaje en el final, noto que lleva un liguero negro. Falda negra con volantes que parece sacada de la época victoriana, camisa blanca con volantes de encaje negro al final de ambas mangas y botones rojos que la fijan a las muñecas; la lleva desabrochada en los tres primeros botones dejando entre ver su sujetador negro. Tanto los volantes de la falda cómo el encaje de las medias y las mangas de la camisa poseen exactamente el mismo patrón, quién haya hecho su vestuario se esmeró por la perfección y cuidó cada detalle.

Lo último que noto es aquella fría máscara que cubre su rostro completamente y que no da ni una sola pista de quién es o me deja analizar sus expresiones en busca de un por qué. Sabe que ya la miré cuidadosamente y comienza a acercarse lentamente dando pasos que hacen resonar sus zapatos de tacón con fuerza por toda la habitación y haciendo eco mientras recorren el largo pasillo de donde vino. Se sitúa justo detrás de mi, coloca sus manos sobre mis hombros y se queda totalmente quieta, no puedo oír ni siquiera su respiración. La imagen que daba el espejo me recordaba a ese tipo de imágenes y cuadros victorianos que tanto me apasionan pero esta vez no sentía el más mínimo gusto por ello, por el contrario, me parecía algo un poco aterrador sobre todo por aquella máscara inexpresiva y fría.

Sus manos eran delgadas y alargadas, terminaban en unas uñas medianamente largas bastante bien cuidadas y pintadas de un color negro que hacían que la piel se notara más pálida de lo normal. El tipo de manos que me volvería loco en una mujer pero que en aquella situación me producían terror.

Su perfección era demasiado cierta cómo para ser real o algo natural y eso me desquiciaba, me desesperaba, me ponía nervioso. Estuvimos de esa manera completamente callados por unos 15 minutos que parecieron la eternidad hasta que comenzó a bordear el cuello de mi camisa con sus dedos y desabrochó el primer botón de esta mientras articulaba sus primeras palabra...

-Tiempo sin vernos, mi querido. Pensé que me habías olvidado. Dijo.

-¿Quién eres? Repliqué.

-Soy todo y soy nada, pero en este momento soy lo que desees que sea.

-¿Donde estamos?

-En este justo momento estamos en mi hogar y en el tuyo también. Me complace ver que has hecho un gran trabajo intentando purificar tu alma pero no puedes purificar tu mente y lo sabes.

-¿Qué puedes saber tú al respecto?

-Conozco mucho más de lo que te puedes imaginar o crees que la máscara es simple coincidencia. Dijo ella mientras comenzaba a recorrer mi cuello con sus dedos y dejando largos rasguños.

-Conozco tus más oscuros gustos, mi amado Jasper.

Dicho esto su cabellera cambió inmediatamente a un rubio platinado con finas luces de negro y blanco que se me hacía familiar y entonces vino a mi mente cómo un tren fuera de control. Era la cabellera que solía ponerme nervioso de pequeño, la cabellera de una de las amigas de mi madre... ¿Cómo podía ella saberlo y cómo lo hizo?

-Te dije que te conozco más de lo que tu mismo te conoces. Respondió cómo si yo fuera articulado la pregunta en voz alta, cosa que me dejó fuera de si. No supe cómo reaccionar, no supe qué decir, sólo me limité a callar.

Ella comenzó a acariciar y alborotar mi cabellera mientras tarareaba una melodía desconocida para mi. Parecía disfrutarlo, parecía nutrirse de mi confusión y de mi pánico.

-Jasper, Jasper, Jasper... Mi querido Jasper... Mira en lo que te has convertido, sólo eres un desecho de esta sociedad tan inmunda y fuera de tu altura. Me sorprende que todavía sigas vivo con lo inútil que has sido últimamente.

Dejó de acariciar mi cabellera y bajó sus dedos por mi nuca hasta llegar a la base de mi cuello el cuál rodeó con ambas manos y luego apretó tan fuerte que sentí desfallecer.

-Eres un completo inútil, eres un certificado de tu propio pedigree, eres una inmundicia pero todavía puedes hacer algo para cambiarlo...

Comenzaba a faltarme el aire y entonces me soltó. Tan pronto lo hizo me haló del cabello haciéndome levantar la cabeza y acercó su frío e inexpresivo rostro de muñeca a mi oído para susurrarme unas palabras que aún resuenan en cada rincón de mi mente.

-El precio por olvidar es alto.

Hizo una pausa mientras soltaba mi cabello y posaba sus manos sobre mi camisa desabotonándola y dejándome con el torso casi desnudo.

-¿Estás dispuesto a pagar ese precio? Dijo.

-¿Por qué debería hacerlo? ¿Qué puedo ganar más que estar cautivo de recuerdos incompletos?

-Verás, mi amado... La vida, cómo la muerte le sucede a todos quiéranlo o no y el paso del tiempo suele ser la cosa más ingrata. Eres capaz de muchas cosas pero no miras más allá de tu nariz y eso te hace ser un completo desperdicio.

Colocó sus manos sobre mi pecho y gritó -¡ME DAS PENA, MALDITA SEA! Mientras hundía sus uñas en mi pero extrañamente no sentí dolor alguno.

-Es tu deber vivir la fantasía con la que la mayoría sólo sueña pero no... En lugar de eso sólo te sientas en el borde de tu cama a gimotear y preguntarte por qué. Yo te diré por qué... ¡PORQUE ERES UN MALDITO NIÑO! Todavía no creces, todavía dependes de otros para subsistir, no existes por ti mismo.

Estas palabras se hundieron cómo dagas en todo mi cuerpo dejando un profundo dolor insanable, pero este dolor ya lo había sentido antes, no había nada nuevo en él.

-Tan sólo mírate. ¿Crees que puedes dejar de ser tan imbécil y dejar ir todo de una vez por todas? Deja de vivir en un pasado distante que ni siquiera es tuyo.

Yo sólo me limitaba a callar y observar sus movimientos mientras sus palabras me desgarraban el alma.

Rodeó el sillón y se colocó justo frente a mi.

-¿No soy hermosa? Preguntó.

Yo sólo me limité a asentir.

-Dime... Si fuera yo quién estuviera atada al sillón, ¿qué me harías? Preguntó con un tono coqueto mientras jugueteaba con los vuelos de su falda.

-Quitarte la máscara.

Noté que no era la respuesta que esperaba.

-Qué aburrido eres. Dijo

-¿Por qué la máscara? Pregunté.

-Porque tanto tú cómo yo somos amantes de las expresiones de las personas y no podía dejar que vieras las mías, no ayudaría en mi propósito y mis palabras no tendrían la misma fuerza y no harían el daño que necesito.

-¿Por qué quieres dañarme?

Se sentó en mi regazo, colocó sus piernas sobre mi brazo y el posa manos del sillón y cambió su cabellera nuevamente a su color original.

-Porque tus heridas no han sanado cómo deberían así que es mejor volverlas a abrir para que inicien un proceso de sanación nuevo que concluya exitosamente y te haga quién debes ser.

-Hagamos un pequeño juego, si logras adivinar donde estamos, por qué estamos aquí y quién soy yo me quitaré la máscara.

-¿Y si no lo logro?

-Verás, soy una sucubus y supongo que ya puedes saber lo que deseo.

-Vamos a comenzar, sólo puedes responder una vez cada pregunta, si las erras estás perdido. Dijo mientras recorría el borde de mis labios con uno de sus dedos.

-Puedes tomarte el tiempo que sea y recuerda que puedo escuchar tus pensamientos.

-Okay... ¿Donde estamos? Preguntó.

-A juzgar por el tipo de estancia, el pasillo largo detrás de nosotros y por ti... Yo diría que es mi subconsciente. Le respondí.

-¿Por qué estamos aquí?

-Tú lo has dicho, para dejar ciertas cosas atrás, cosas improductivas.

-¿Quién soy yo?

Mi mente quedó totalmente en blanco luego de esa pregunta y ella lo notó porque inmediatamente soltó una pequeña risa de diversión.

-Sabes, tu desconcierto me prende. Me encanta jugar contigo de esa manera, me excita controlarte.

Utilizaba una de sus manos para acariciarse las piernas coquetamente mientras que con la otra me rasguñaba el pecho.

Su diversión me tenía enfermo, sólo quería salir de allí, sólo quería quitarle la máscara. Y entonces recordé su perfección, su apetito sexual, su manera de expresarse, el que me conociera bastante bien, que pudiera leerme la mente, su manera egocentrista de actuar, sus gustos, su perfeccionismo casi compulsivo, su vestimenta y no había duda alguna... Recordé todos esos libros de psicología que he leído, recordé a Jung y su teoría del sueño e inmediatamente respondí con vigor a su pregunta.

-Eres mi sombra...

-Me sorprendes, querido. Bastante certero, la verdad me complace que lo hayas adivinado.

Soltó las correas que mantenían fija la máscara a su cara, la cuál retiró lentamente y entonces la vi. Sentí cómo si mi sangre se congelara, cómo si lograra respirar luego de estarme ahogando, cómo si algo dentro de mi estallara convirtiéndose en una sola y sencilla pregunta...

¿Por qué ella?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario