No pensaba más que en cuanto te amaba y en mi mente resonaban los diálogos de pelicula que se encontraba reproduciéndose en la TV, no lograba entenderlos, sólo escuchaba las voces y la verdad no me importaba mucho. Sólo me concentraba en las suaves mordidas que me dabas en el cuello, en tu respiración agitada y en el movimiento de tu pélvis en torno a mi mano que se encontraba acariciando tu suave coño por encima de tus panties. Hacías un gran esfuerzo por mantenerte callada aunque en la casa no se encontraba nadie más que nosotros dos, yo estaba dispuesto a escucharte gemir así que no dudé en intensificar las caricias convirtiéndolas en un frote frenético a tu clítoris hasta que me complaciste soltando unos pequeños gemidos apagados pero que por lo cerca que nos encontrábamos los escuché cómo si los fueras gritado en mi oído.
Necesitaba más, estaba loco porsentirte enteramente excitada, necesitaba sentirte completamente perdida en el placer y que no existiera nada más en ese momento, sólo las sensaciones de tu cuerpo. Introduje mi mano dentro de tus panties y noté lo húmeda que estabas, de esa manera supe que ya era el momento de hacerte gemir cómo deseaba... Subí tu blusa y liberé tus adorables y perfectas tetas de su prisión, lo primero de lo que me percaté fue de tus rosados pezones duros y anciosos por sentir cariño, te juro que no pude contenerme y me abalancé sobre ellos comencé a succionarlos, a jugar con mi lengua mientras lo hacía y dar pequeñas mordidas mientras lentamente iba introduciendo dos de mis dedos en tu sexo. Comenzaste a agitarte más y más, apretaste los puños y no dejabas de temblar de placer, levanté los ojos y vi tu cara hundida en las sensaciones que estabas expermientando en ese momento pero aún te rehusabas a cooperar conmigo para lograr mi propósito.
Al verte luchando de esa manera intensifiqué el movimiento de mi mano, comencé a follarte duro con mis dedos, a entrar y salir furiosa pero apasionadamente hasta el punto que sentí cómo tu vagina comenzaba a contraerse, sentí cómo tensabas cada músculo y comencé a succionar más fuerte uno de tus pezones mientras pellizcaba con fuerza el otro y te follaba con mis dedos... Para este punto ya estabas gimiendo fuerte, era inevitable, jadeabas mi nombre el cuál en ningún momento de mi vida había sonado tan hermoso cómo en aquel instante hasta que no soportaste más la carga y explotaste en un orgasmo único, uno en el que toda la tensión de tus músculos desapareció, uno en el que caíste rendida completamente, uno en el que cualquier miedo, inseguridad, preocupación dejó de existir, uno tan intenso que jamás pensaste que lograrías tener fuera sola o acompañada, uno que te dejó totalmente sin aliento...
Cuando lograste recuperarte sólo me diste una dulce mirada de complicidad y un largo beso con el que me entregaste tu alma.
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